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Poema: 'Cálculo de la mediana edad'

La ciencia en métrica y verso

Editado por Dava Sobel

Ojalá pudiera
medir el volumen
de un vaso medio lleno



Pero la h de mi ser
es una variable incognoscible.

Tampoco puedo trabajar hacia atrás
en la ecuación de la vida media

1/2 =lп2/λ

Espero que esta crisis



para dar cuenta del valor de 

una bien vivida.

y que no sobreviva
al recuerdo de mi pasado
para quedar atrapado en un presente de Möbius.

He aprendido lo suficiente, ahora, para medir con precisión cuánto contiene, las curvas irregulares, menos la diferencia de los agujeros que dejó la vida,

y sin embargo,

mi corazón todavía está lleno.


BRITT KAUFMANN es una poeta y tutora de matemáticas que vive en Burnsville, Carolina del Norte. Tomó su primer curso de cálculo a los 47 años. Su primera colección completa de poesía, también llamada Midlife Calculus, será publicada por Press 53 en el otoño de 2024.
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LIBROS QUE TRATAN DE  CIENCIA

                FELISBERTO HERNÀNDEZ

Genealogía

A José Pedro Bellán

I

Hubo una vez en el espacio una línea horizontal infinita. Por ella
se paseaba una circunferencia de derecha a izquierda. Parecía como
que cada punto de la circunferencia fuera coincidiendo con cada
punto de la línea horizontal. La circunferencia caminaba tranquila,
lentamente e indiferentemente. Pero no siempre caminaba. De
pronto se paraba: pasaban unos instantes. Después giraba lentamente
sobre uno de sus puntos. Tan pronto la veía de frente como de perfil.
Pero todo esto no era brusco, sus movimientos eran reposados.
Cuando quedaba de perfil se detenía otros instantes y yo no veía más
que una perpendicular. Después comenzaba a ver dos líneas curvas
convexas juntas en los extremos y cada vez las líneas eran más curvas
hasta que llegaban a ser la circunferencia de frente. Y así, en este
ritmo, se paseaba la joven circunferencia.

II

Pero una vez la circunferencia violentó su ritmo. Se detuvo más
tiempo que de costumbre: quedó parada con el perfil hacia mí y el
frente hacia la línea infinita. Parecía observar en el sentido opuesto
de su camino. Pasó mucho tiempo sin ver nada a lo largo de la línea
infinita. Pero la intuición de la circunferencia no erró: de pronto, con
otro ritmo violento, de andar brusco, de lados grandes, se acercaba
un vigoroso triángulo. La circunferencia giró sobre uno de sus puntos
y los demás volvieron a coincidir con los de la horizontal en el
mismo sentido de antes.

III

Pero el ritmo de la circunferencia fue distinto al de antes: no era
indiferente ni tan lento. Poco a poco iba tomando la forma de una
elipse y su ritmo era de una gracia ondulada. Tan pronto era
suavemente más alta o suavemente más baja. El vigoroso triángulo se
precipitaba regularmente violento. Pero su velocidad no prometía
alcanzar a la elipse. Sin embargo la elipse se detuvo un poco hasta
que el precipitado triángulo estuvo cerca. Esa misma corta distancia
los separó mucho tiempo y nada había cambiado hasta que el
triángulo consideró muy bruscos sus pasos: prefirió la compensación
de que fueran más numerosos y más cortos y se volvió un moderado
pentágono.

IV

Ahora, hecho un pentágono era más refinado, menos brusco, pero
no más veloz, ni menos torturado de problemas. Su marcha era
regular a pesar de la contradicción de sus deseos: ser desigual,
desproporcionados sus pasos, arrítmico. Y pensó y pensó durante
mucho tiempo sin dejar de marchar tras la suave serenidad de la
elipse. La elipse no se cambió más, además era sin problemas,
espontáneamente regular y continuada. Y todo esto parecía excitar
más al pentágono que de pronto resolvió el último problema
volviéndose un alegre cuadrilátero.

V

Pero una vez, la elipse rompió la inercia de su ritmo. Hasta en este
trance fue serena. A pesar de la velocidad y de la brusca detención
hizo que sus curvas suavizaran esta última determinación. El
cuadrilátero no fue tan dueño de sí mismo. No pudo romper tan
pronto su inercia. Al llegar junto a la elipse pareció como que se
produjo un eclipse fugaz, y el cuadrilátero se adelantó. Recién
después de haber dejado a la elipse muy atrás, pudo detenerse. Pero
entonces la elipse reanudó su ritmo con la misma facilidad que lo
dejó, se produjo un nuevo eclipse y el cuadrilátero quedó tras ella a la
misma distancia de antes.

VI

La elipse volvió a detenerse. El cuadrilátero volvió a llegar hasta la
elipse. El eclipse volvió a ocurrir. Pero fue el último: fue el eclipse
eterno. La elipse quedó encerrada entre el cuadrilátero en un vértigo
de velocidad. Fueron muy armoniosas las curvas de la elipse entre los
ángulos del cuadrilátero y así pasaron todo el tiempo de sus vidas
jóvenes. Cuando fueron viejos no se les importó más de la forma y la
elipse se volvió una circunferencia encerrada en un triángulo.
Marcharon cada vez más lentamente hasta que se detuvieron.
Cuando murieron el triángulo desunió sus lados tendiendo a formar
una línea horizontal. La circunferencia se abrió, quedó hecha una
línea curva y después una recta. Los dos unidos fueron otra línea
superpuesta a la que les sirvió de camino. Y así, lentamente, se llenó
el espacio de muchas líneas horizontales infinitas.

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